3/27/2010

NO HACE TANTO QUE HA PASADO


Autor: Patxi Calvo. Convaleciente

Creo que llevaba unos 3 años trabajando en el Manicomio, bajo la dictadura de las reverendas hermanas de la caridad, hijas de S. Vicente Paúl y de un director que entre otras profesiones -pagadas todas ellas- era militar.

Como iba contando, que me disperso; uno de esos días me puse enfermo, con un gripazo que me río yo de gripe porcina, estaba tan hecho polvo, que tuve la osadía de ir al médico de cabecera -que así los llamaban entonces-.

Este buen hombre, vió mi estado de salud y de inmediato me dio la baja por enfermedad.

Llamé a la oficina del manicomio -que también se llamaba así-, y les comuniqué que estaba de baja.

Y ahora hago un inciso: En aquella época, estaba trabajando poquísimo personal, una enfermera de mañana para todo el manicomio, una enfermera de tarde para todo el manicomio y una enfermera de noche, que tenía una habitación para que fuese a dormir -¡y como dormían!- para todo el manicomio.

Un cuidador -que así nos llamaban- por planta, y con un poco de suerte dos, y de noches una cuidador por planta.

Las monjas tocando la moral, hacían que hacían, vivían en la planta alta del manicomio, comían por la cara, vivían por la cara y además les pagaban un contrato de comunidad. Es decir vivían a gastos pagados y enciman les pagaban.

Y para más cojones, el manicomio era de agudos -como ahora, que hay cosas que no cambian-.

Pues bien, llevaba dos o tres horas en casa, cuando suena el teléfono, y ¡oh sorpresa!, al otro lado de la línea estaba el Director del Manicomio.

Otro inciso: Forense en psiquiatría, Sanidad militar, Clínica privada de su propiedad, funcionario estatal del Ministerio de Sanidad, y algún que otro cargo, todos ellos con horario de 8h a 15 h. con múltiples salarios y un don de la ubicuidad que para si quisiera Jesucristo, porque según sus nóminas, estaba en todos los sitios a la misma hora.

Pues como contaba: muy educado él, me dice que ya sabe que estoy de baja, pero que si no me importaría ir a trabajar, que me pagaría esas horas, como horas extras, y lo mejor de todo: yo creo que es preferible, que venga a trabajar, y así podrá coger los días de baja cuando se encuentre mejor.

Muy educadamente le dije que no, que estaba muy mal, y que ya comunicaría cuando me diesen el alta.

Juro, que sólo me falto dar un taconazo y decir Heil Hitler.

Pues aunque parezca mentira, mis compañeros me contaron cuando volví, ya recuperado, que yo era el único de todo el Manicomio que le había dicho que no, pues la costumbre era coger la baja e ir a trabajar.

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