7/26/2009

¿EMPEZAREMOS A ESPABILAR? y (III)


Otra cosa curiosa que se da con el tiempo, en este tipo de centros, es que los trabajadores o trabajadoras afectados por este tipo de actuaciones, no saben que tienen la Ley de su parte, y si lo saben, no actúan "por si acaso".

Lo malo es que tantos años tragando con los caprichos de los jefes, han creado en el trabajador una especie de Síndrome de Estcolmo, llegando a justificar ilegalidades, "porque siempre se ha hecho así"

Ne parece una pérdida de tiempo, dinero y moral hacer todo el recorrido legal, al que hasta ahora nos tienen acostumbrados: Carta a la dirección del centro, carta a la Dirección de Osakidetza, abogado o sindicato, juicio, etc. Tu sólo contra todo un aparato administrativo que se pone a favor de los jefes. ¡Acojona!

La Ley, siempre tiene brechas por las que se puede entrar y actuar, ya que este tipo de jefes hann llegado a tal grado de impunidad, que ya hacen lo que quieren -ilegalmente hablando-, así que encontrando los entresijos de la Ley, hay que denunciar directamente al autor de las vilezas, porque nadie se va a creer que lo que hace es por orden de Osakidetza.

Hemos comprobado que una vez denunciado un jefe, por sus chulerías -en este caso prevaricación-, que a estos personajes se les cae el cielo encima, como te pasaba a ti, y de pronto toda esa valentía -soverbia-, desaparece y sale a la luz su verdadera personalidad: Cobardía.

Y darse cuenta, de quien estará frente al tribunal, es él, no Osakidetza, que quien tendrá que pagar en caso de ser condenado es él y no la ciudadanía y saber que sus chulerías, caprichos, ilegalidades y valentonadas, tendrán un precio, y él será el pagano.

Sólo es de esperar que tanto los nuevos poderes políticos actuales, así como los responsables de los centros sanitarios, cambien de actitud y empiecen a respetar la ley, y a las personas.

Por último, una pequeña osadía por mi parte, los sindicatos podrían adaptar la lucha a los actuales tiempos -aunque a mi me gustaba el sindicalismo de lo años 30- y recordar que los jefes, por definición no son amigos de los trabajadores. Las jefaturas no tienen amigos, sólo intereses, aunque se autoproclamen demócratas de toda la vida.





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