Confieso que soy un admirador desde que era joven de Blas de Otero. Este poeta, desgarrado, solitario, triste muchas veces, depresivo algunas -lo que le llevó a ingresar en un centro de salud mental- tenía una clarividencia del alma humana, que retrataba a modo de paisajes.
Es un poeta que, si no hubiese existido, habría que inventarlo.
Traigo a este blog una de sus poesías menos conocidas, pero para mí, más entrañables. Es la mejor descripción del Bilbao franquista.
MUY LEJOS
Unas mujeres, tristes y pintadas,
sonreían a todas las carteras,
y ellos, analfabetos y magnánimos,
las miraban por dentro, hacia las medias.
Oh cuánta sed, cuánto medigo en faldas
de soledad. Ciudad llena de iglesias
y casas públicas, donde el hombre es harto
y el hambre se reparte a manos llenas.
Bendecida ciudad llena de manchas,
plagada de adulteruios e indulgencias;
ciudad donde las almas son de barro
y el barro embarra todas las estrellas.
Laboriosa ciudad, salmo de fábricas
donde el hombre maldice, mientras rezan
los presidentes de Consejo.- oh altos
hornos, infiernos hondos en la niebla.
Las tres y cinco de la madrugada.
Puertas, puertas y puertas. Y mas puertas.
Junto al Nervión un hombre está meando.
Pasan dos guardias en sus bicicletas.
Y voy mirando escaparates. Paca
y Luz. Hijos de tal. Medias de seda.
Devocionarios. Más devocionarios.
Libros de misa. Tules. Velos. Velas
Y novenitas de la inmaculada.
Arriba, es el jolgorio de las piernas
trenzadas. Oh ese barrio del escándalo...
Pero duermen tranquilas las doncellas.
Y voy silbando por la calle. Nada
me importas tú, ciudad donde naciera.
Ciudad donde, muy lejos, muy lejano,
se escucha el mar, la mar de Dios, inmensa
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